Y te vi, como persiguiendo un haz de infinito, tirando de los rieles de tu propio destino a la hora en que la vida comienza a ser definitiva.
Y tu ojos se enramaron a los andenes de mi memoria y abrieron su fuego a mis pupilas, sus retoños a estas manos, a estos ecos, sus celulares ríos a mis fibras nerviosas.
Pero hay un mar salvaje que en presente lo borro todo y me recuerda al caos del mundo frente a mi, y entonces quiero sacudir las cenizas de mi corazón y que tu rostro se acerque a mi órbita, que viertas tus ojos en los míos, que entres en mi como a tu casa, quiero saber tu espanto y tu esperanza que pruebes de mi música, y relámpagos de mi boca.
Ahora el cielo se derrama en mi azotea.
Y me recuerda que solo escribo, que no estas aquí, en este lugar, a esta hora, en donde pájaros se hinchan de alegría, y estallan en vidrios de colores.
Y no entiendo este bosque de soñarte , este incendio de pensarte, no encuentro el sitio donde guardar la electricidad de incrustarme como un fósil en la roca.
Quizás estas en algún sitio leyendo esto, debo decirlo. No muero de ti, resucito.
Me haces querer vivir al trote de los astros.
Y ahora solo tengo este momento en la mano, en que la lluvia moja la ciudad y parece limpiar los caminos invisibles en que viajo en silencio hacia el ombligo de la luz.
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